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No se puede negar que el sonido es una parte importante y valiosa de la vida cotidiana. Sin embargo, cuando se convierte en ruido, puede afectar negativamente nuestra salud física y mental.
Se debe reconocer la contaminación acústica como un problema grave que merece nuestra atención para así encontrar formas sostenibles y realistas de gestionarla y reducirla.
¿Qué se considera contaminación acústica?
La ley española 37/2003, de 17 de noviembre, del Ruido, define la contaminación acústica como la presencia en el ambiente de ruidos o vibraciones, cualquiera que sea el emisor acústico que los origine, que impliquen molestia, riesgo o daño para las personas, para el desarrollo de sus actividades o para los bienes de cualquier naturaleza, o que causen efectos significativos sobre el medio ambiente.
Como vemos hace referencia al concepto “ruido” como clave para determinar si algo es o no contaminación acústica. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como ruido, cualquier sonido superior a 65 decibelios.
¿Cuáles son las causas de la contaminación acústica?
El origen de la mayor parte del ruido que se produce en las ciudades procede del tráfico y los vehículos a motor, obras urbanas en menor medida se produce en zonas de actividad industrial y ocio. Aunque muchas de las actividades que realizamos en nuestro día a día también pueden ser una fuente de ruido.
Muchos de los ruidos que oímos diariamente pasan los 65 decibelios y son fuentes sonoras habituales: desde una cortadora de césped (91 dB), una secadora de cabello (94 dB), hasta tus auriculares a alto volumen (100 dB), o el despegue de un avión (120 dB).
A 85 dB, el daño auditivo puede ocurrir después de 8 horas de exposición, pero con solo un aumento de 6db, es decir, 91db, el daño ocurre después de 2 horas de exposición.
¿Cuáles son las consecuencias de la contaminación acústica en la salud?
Según la OMS, la relación entre exceso de ruido y aumento de enfermedades están estrechamente relacionadas.
En España, se establece como nivel de confort acústico los 55 dB. Por encima de este nivel, el sonido resulta pernicioso para el descanso y la comunicación.
Según la Organización Mundial de la Salud exponerse a más de 70 decibelios durante un periodo de tiempo prolongado puede producir daños graves en el oído con consecuencias que pueden llegar a ser irreversibles, por lo que recomienda a los ciudadanos no exponerse a ruidos de intensidad superior a los 65 decibelios durante el día y los 55 durante la noche.
Pero no solo tiene un efecto sobre el oído, sino que también afecta a otros órganos del cuerpo y a la salud mental de la persona.
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Problemas auditivos. La pérdida progresiva de la audición, o los pitidos constantes son algunos de los efectos negativos de estar sometidos de manera habitual a un exceso de ruido en el ambiente.
Problemas del sueño. Si el ruido se produce durante la noche, se pueden producir, alteración del ciclo del sueño, insomnio, somnolencia durante el día, cansancio o déficit de atención son algunas de las consecuencias de vivir expuestos a la contaminación acústica.
Problemas psicológicos. El exceso de ruido provoca irritabilidad, estrés, ansiedad, problemas de comunicación e incluso agresividad.
Problemas fisiológicos. El ruido puede llegar a afectar directamente a nuestro cuerpo y provocar un aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria o incluso de la presión arterial.
Cuando una persona se expone de forma prolongada a un nivel de ruido excesivo, el sistema auditivo produce un silbido o pitido: ésta es su señal de alarma. Los daños producidos por una exposición prolongada no suelen ser permanentes, sobre los 10 días desaparecen. Sin embargo, si la exposición a la fuente de ruido excesivo no cesa, o se repiten sistemáticamente, las lesiones serán definitivas. La sordera irá creciendo hasta que se pierda totalmente la audición.
No solo el ruido prolongado es perjudicial, un sonido repentino de 160 dB, como el de una explosión pueden llegar a causar otras lesiones irreversibles en el oído.
Otro efecto dañino de la contaminación acústica es la alteración del sueño o el sueño interrumpido, con sus efectos de cansancio, una memoria y creatividad deterioradas, y habilidades psicomotoras debilitadas.
Curiosamente, se ha demostrado que los ruidos que ni siquiera sabemos que escuchamos son los que más nos afectan, en especial, aquellos que oímos mientras dormimos.
El oído humano es extremadamente sensible y nunca deja de funcionar, así que también durante el sueño los oídos están captando y transmitiendo sonidos a diferentes partes del cerebro.
Los ruidos del tráfico, de los aviones o de la música proveniente de algún vecino se está procesando en tu mente, y tu cuerpo está reaccionando a ellos de distintas maneras a través de los nervios.
Una exposición regular por encima de 45 decibelios se impide un sueño apacible, por lo que el cansancio físico y el estrés permanente pueden incidir en una disminución de las defensas y un aumento de las enfermedades infecciosas. Niveles de ruido constantes por encima de 55 decibelios pueden inducir cambios en el sistema inmunitario y hormonal susceptibles de provocar cambios cardiovasculares y nerviosos, con aumento de presión arterial y alteración del ritmo cardíaco, deficiencias en la circulación periférica e incremento de las tasas de colesterol, propiciando un incremento de riesgos de infarto de miocardio, derrame cerebral o ictus.
Sucesivas investigaciones y el seguimiento de la población de personas que habitan en grandes y ruidosas áreas urbanas o en zonas tranquilas y poco contaminadas acústicamente han demostrado que una exposición regular a diversas fuentes de contaminación sonora incide decisivamente en el padecimiento de alteraciones del sueño, enfermedades cardiovasculares, problemas digestivos, estrés, ansiedad, etc.
Ruidos regulares de más de 60 decibelios se asocian con aceleración de la respiración y del pulso, aumento de la presión arterial, alteraciones hipofisiarias o aumento de la secreción de adrenalina.
Por encima de los 85 decibelios, se agravan los problemas ya mencionados y pueden producirse efectos adversos considerables, como una clara disminución de la secreción gástrica, con síntomas de gastritis, un aumento excesivo del colesterol y de los triglicéridos, incrementando los riesgos cardiovasculares. De hecho, los ruidos fuertes y súbitos pueden llegar a causar infartos en enfermos con graves problemas cardiovasculares, arteriosclerosis o problemas coronarios.
Otras patologías asociadas a la contaminación sonora se han relacionado con aumentos de la glucosa en sangre, reducción de la visión nocturna, aumento de la fatiga, dolor de cabeza y problemas neuromusculares que cursan con dolor y falta de coordinación.
Paralelamente, las investigaciones han observado una serie de efectos psicológicos asociados con la contaminación acústica, entre los que se encuentran: mayores niveles de irritabilidad, estrés, insomnio, síntomas de depresión, inhibición del deseo sexual, bajo rendimiento en el trabajo, falta de concentración o déficits de memoria.
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España es el país de la Unión Europea que registra los niveles más altos de ruido. Si nos fijamos en el ranking mundial, nos situaríamos entre los primeros del mundo.
Para poner freno a esta contaminación nuestro país cuenta con la Ley 37/2003, de 17 de noviembre, del ruido en la que se explican los índices acústicos, los mapas de ruido y la prevención de la contaminación acústica, entre otros datos.
Algunas de las medidas que podrían llevar a cabo los gobiernos para frenar la contaminación acústica, estarían la instalación de pantallas y barreras acústicas para reducir al máximo los altos sonidos procedentes de ferrocarriles, autopistas, aeropuertos, centrales de energía,etc.
La gestión del tráfico urbano y la potenciación del uso de la bicicleta y el transporte público.
También es importante tomar conciencia y llevar a cabo medidas individuales en nuestro día a día, como la disminución del tráfico a motor, el aislamiento de edificios, respeto de la normativa municipal, o el uso de medios de protección individual.
Poco a poco se debe generar una concienciación global sobre este problema que, de primeras, no parece tan grave como otro tipo de contaminación, pero que a larga puede afectar seriamente a la salud de las personas.