La estructura del bosque
La colección botánica del Arboreto Luis Ceballos reúne cerca de 250 especies diferentes de árboles y arbustos que de forma espontánea crecen en la Península Ibérica e Islas Baleares. Se trata de un espacio singular, no sólo por su riqueza de especies, sino también por su belleza. En muchos rincones la gestión, la integración con la vegetación preexistente y el mero paso del tiempo han contribuido a recrear ambientes con un elevado grado de naturalidad. El visitante tiene la sensación de pasear por un espacio que tiene mucho más que ver con un bosque que con un jardín. No obstante, y a fin de valorar lo que este centro de educación ambiental ofrece, es importante tener presente que si uno quisiera ver en su medio natural una variedad de plantas equivalente, tendría que desplazarse cientos de kilómetros y hacer algún que otro viaje en barco o avión.
Situados en esa puerta imaginaria, uno de los primeros pasos podría ser reflexionar acerca de lo que percibimos cuando paseamos o simplemente contemplamos un bosque, si bien todo lo que vamos a decir se puede aplicar a otras formaciones vegetales. Tal vez al mirarlo nuestra sensación sea ver un conjunto de seres vivos que coexisten de un modo más o menos fortuito y desordenado. Lo cierto es que, aunque a veces no lo percibamos visualmente, los bosques son ecosistemas estructurados y complejos.
En torno a esta red de raíces se desarrolla otra red más fina formada por los hongos, (las setas que vemos en otoño son solo la punta del iceberg, pues el hongo vive debajo del suelo creciendo como una extensa red de filamentos o hifas, llamada micelio. Las famosas setas son la estructura reproductora visible de esa red, algo así como el “fruto”). Estas dos redes, raíces y micelio, no son independientes, entran en contacto a través de las micorrizas.
Las micorrizas son estructuras en las que plantas y hongos establecen una simbiosis (obteniendo beneficio mutuo). La planta cede parte de los hidratos de carbono que fabrica la fotosíntesis y obtiene por parte del hongo sales minerales y agua para poderla realizar. En muchos casos tanto planta como hongo podrían vivir por separado, pero juntos son más eficaces pudiendo vivir en suelos pobres en nutrientes o poco desarrollados y hacer frente mejor a climas desfavorables.La red de micorrizas conecta además unas plantas con otras y se sabe incluso que distintos individuos comparten nutrientes e incluso información en forma de hormonas en situaciones de estrés.
Si debajo del suelo el espacio se aprovecha de forma óptima, sucede igual sobre la superficie. Plantas con diferentes biotipos se desarrollan a diferentes alturas del suelo. En estas semanas de inicio de primavera existe mucha actividad cerca del suelo en el Arboreto, donde geófitos tipo bulbos como el narciso (Narcissus triandrus subsp. pallidulus) comienzan a florecer, hemicriptófitos como la fresa (Fragaria vesca), crecen de nuevo tras el parón invernal y numerosas especies de terófitos se desarrollan y florecen (Lamium purpureum, Stellaria media). Por encima de ellas reverdecen los caméfitos que florecerán más adelante, como diferentes especies de tomillo (Thymus ssp.), santolina (Santolina spp.) o salvia (Salvia ssp.) y alcanzando mayores alturas encontramos a los fanerófitos, arbustos de gran porte y árboles.
En nuestro centro, junto al arroyo del Arca del Helechal, podemos observar como en las proximidades del cauce crecen los sauces (Salix atrocinerea), a los que sustituyen alisos (Alnus glutinosa), chopos (Populus ssp.) u olmos (Ulmus spp.), estas últimas plantadas como parte de la colección, pero ocupando su lugar natural. Por otra parte, en la zona de la catena se recrean a pequeña escala los cambios que suceden en la Sierra de Guadarrama, donde al ascender en altura atravesamos bosques de encinar (Quercus ilex subsp. ballota), robledales de roble melojo (Quercus pyrenaica), pinar de pino silvestre (Pinus sylvestris) y matorrales de alta montaña (Juniperus communis subsp. alpina, Cytisus oromediterraneus)