Rafael Ceballos Jiménez

APARTADO EN CONSTRUCCIÓN

La vida de Rafael Ceballos es la de un hombre cercano y afable, dotado de un maravilloso don de gentes y con un enorme corazón, siempre dispuesto a prestar su ayuda allí donde pudiera ser necesitada. Vital, optimista, trabajador, apasionado… son los primeros calificativos que me evoca su memoria, resultándome difícil todavía asimilar que esta pandemia de coronavirus vaya a impedirnos seguir disfrutando de su compañía.

Rafa nació en el Puerto de Santa María el 7 de septiembre de 1940. Último de nueve hermanos, sintió pronto la vocación forestal, probablemente alentada por un entorno familiar extraordinariamente favorable. Nieto de Luis Ceballos Medrano, profesor de Topografía en la Escuela de Montes durante su etapa en San Lorenzo de El Escorial, era hijo y sobrino, respectivamente, de los admirados Luis y Gonzalo Ceballos Fernández de Córdoba, y hermano de Pedro y Andrés, compañeros de profesión. Se definía orgulloso de su vínculo gaditano por vía materna, y de sus amplias raíces forestales por vía paterna.

Trabajador infatigable -“ yo trabajaré hasta el último de mis días ”, decía-, en su larga vida profesional pasó por los más variados puestos y ocupaciones, sabiendo adaptarse a los distintos entornos y situaciones laborales con una capacidad admirable.

Dio sus primeros pasos profesionales colaborando con Juan Ruiz de La Torre en los incipientes estudios sobre evolución biológica de aguas embalsadas, integrándose en el Servicio de Aplicaciones Forestales de la Confederación Hidrográfica del Sur, del que sería Jefe de Área hasta 1978, año en el que volvió a Madrid para trabajar cinco años como Jefe de Servicio de Recursos Naturales del CEOTMA y posteriormente, hasta 1990, como Jefe de Área de Coordinación ambiental y del Gabinete de Formación y Documentación del CEDEX, organismos ambos dependientes del ministerio competente en obras públicas.

Tras una larga etapa de 25 años trabajando para la Administración del Estado, inicia su andadura en la empresa privada y posteriormente como profesional liberal, dedicándose hasta su fallecimiento a trabajar intensamente como consultor autónomo en gestión ambiental de obras y actuaciones de la más variada índole, especialmente de grandes infraestructuras. Evaluación de impacto ambiental, prevención, corrección y minimización de afecciones ambientales, son áreas de trabajo hoy consolidadas a las que Rafa se dedicó con el entusiasmo de los pioneros, entre los que destacó, realizando un sinnúmero de estudios, escritos y peritaciones, y sobre las que ofreció conferencias, cursos y distintas aportaciones en los más diversos ámbitos.

Forestal de una pieza, Rafa supo defender la Ingeniería de Montes y el sector forestal en todos los foros en los que su presencia fue requerida, con la difícil habilidad de aportar soluciones desde una visión positiva y constructiva, siempre impregnada de sentido común. Durante años fue presidente del Comité de Ingeniería y Desarrollo Sostenible del Instituto de Ingeniería de España y Vicedecano del Colegio de Ingenieros de Montes, al que permanecía vinculado como vocal. Durante los últimos años venía siendo además representante de nuestro colectivo en AMIC y vocal profesional de la ANECA.

La pasión vital de Rafa se extendía por muchos más sectores que el forestal. Destacaría su devoción por la magia, que como virtuoso aprovechaba de una forma tan acertada como poco convencional en conferencias y reuniones, o en las magníficas jornadas de educación ambiental para niños que impartía en el arboreto Luis Ceballos del monte Abantos, que tanto amaba.

La música, sus viajes con Rosa –enamorados hasta el final–, la pintura Naif, la gastronomía, leer, conversar… siempre tenía el aforismo, el refrán o la anécdota precisa para ilustrar oportunamente cada situación, convirtiendo la charla en un ameno placer del que siempre quedaba alguna enseñanza.

Qué cantidad de amigos dejas, Rafa. Imagino que con otros muchos te habrás encontrado ya en la Vida con mayúsculas que ahora disfrutas; amigos de antes y amigos nuevos, a los que con tu traviesa mirada y abierta sonrisa estarás haciendo “juegos de manos” y contándoles mil y una curiosidades sobre los bosques y sus árboles.

Aquí has dejado huella imborrable de hombre de bien. Gracias, Faúco.

Rafael Ceballos nos dejó el pasado 1 de abril, víctima de un virus al que su magia no consiguió distraer. 

D. José Ceballos Aranda. Ingeniero de Montes.